El rural como origen de la renaturalización urbana: la naturaleza regresa a la ciudad
- GranRURAL
- hace 4 días
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Durante siglos, las ciudades crecieron dándole la espalda a su origen. Nos alejamos del campo que nos alimenta, de los ciclos naturales que nos enseñaron a vivir y de las manos que cuidaban la tierra con sabiduría. En algún punto, el progreso se confundió con cemento, ruido y desconexión. Las luces artificiales sustituyeron las estrellas, los parques se transformaron en decorados y el tiempo de la naturaleza comenzó a medirse en relojes. Hoy, mientras las ciudades implementan la renaturalización urbana, redescubrimos lo que el rural nunca olvidó, que sin naturaleza no somos nada, porque somos parte de ella.
En Galicia, este reencuentro empieza a tomar forma con fuerza. Jornadas como Espazos que volven á vida – Renaturalizar, impulsada por la Fundación Paideia, sirven para abrir esa conversación necesaria: cómo el diseño urbano puede recuperar la esencia natural que un día expulsamos de nuestras vidas.
La idea de “llevar el rural a la ciudad” no es un eslogan romántico, es una necesidad estructural. No se trata de inventar nada nuevo, sino de recordar lo que nunca debimos dejar atrás, el respeto por la tierra, la cooperación entre especies y el sentido común que se respira en lo rural.

De la independencia a la interdependencia: la necesidad de lo biofílico
Las ciudades nacieron como espacios donde la agricultura no tenía lugar. Con el tiempo, se convirtieron en territorios meramente arquitectónicos, medidos por la verticalidad del hormigón y no por la fertilidad del suelo o la presencia de espacios verdes. La independencia del rural parecía un símbolo de progreso, pero el precio ha sido alto:
Aire contaminado
Islas de calor
Pérdida de biodiversidad
Creciente desconexión emocional con el entorno natural
La realidad —y el cambio climático— nos obligan a redefinir ese modelo. Hoy sabemos que el bienestar urbano depende no solo de la vida que lo rodea, sino también de la que lo habita. Los árboles que regulan el calor, los suelos vivos que filtran el agua, las aves que controlan plagas, la vegetación que reduce el estrés y las personas que se reconectan entre sí a través de esa naturaleza compartida.
La ciudad que viene será biofílica o no será, pero nos compensa que lo sea. Del griego philia (amor) y bios (vida), biofilia es la tendencia natural del ser humano a conectarse con los demás seres vivos y con los procesos de la naturaleza. Significa reconocer que formamos parte de un mismo sistema, que nuestra salud depende del equilibrio del entorno y que no hay muro capaz de separarnos de lo vivo. Una ciudad biofílica no solo planta árboles, cultiva vínculos entre personas, entre barrios, entre generaciones.
Para lograrlo, debemos mirar hacia el rural, no como una postal del pasado, sino como una escuela de futuro, donde la convivencia con la naturaleza es parte del día a día y no un lujo estacional. La renaturalización urbana se nutre de esta visión.

Las hormigas y la consiliencia en el proceso de Renaturalización
En mi artículo Trasversalidad en el rural gallego hablaba del espíritu de Añangu, una comunidad kichwa en la Amazonía ecuatoriana que aprendió a sobrevivir como las hormigas trabajando en conjunto entre individuos y en consonancia con la naturaleza que les rodea, recordándonos que somos parte de ella. Ninguna hormiga puede sobrevivir sola, pero juntas son capaces de transformar el entorno de forma armónica y eficiente. Esa filosofía —la consiliencia de la naturaleza, la unión de saberes y funciones diversas para un bien común— es la que debemos aplicar ahora en las ciudades.
Cada árbol, cada jardín y cada persona que participa en el cuidado de su entorno forma parte de un sistema más amplio, interdependiente. Solo la colaboración entre disciplinas permitirá crear espacios verdaderamente vivos:
Ecología
Arquitectura
Arte
Educación
Ingeniería
Sociología
En lugar de competir, necesitamos cooperar. El conocimiento del rural puede ser el hilo vivo que entreteja las piezas dispersas de la ciudad moderna, uniendo saberes antiguos con tecnologías actuales, para tejer una red de vida que sostenga el bienestar común.

Curar las palabras, sanar la mirada
Algo parecido ocurre con el lenguaje. En Sintropía: un reencuentro con la sabiduría ancestral reflexionaba sobre cómo la moda de las palabras nuevas —“sostenible”, “resiliente”, “verde”— nos hace olvidar su verdadero significado. El uso indiscriminado de estos términos ha vaciado de sentido muchos discursos, proyectos y ayudas europeas.
De ahí nace el concepto del hospital de palabras, mencionado también en la jornada de Paideia. Un espacio simbólico donde revisar lo que decimos y, sobre todo, lo que hacemos. No basta con proclamar que un proyecto es “sostenible”; hay que demostrarlo con acciones coherentes. La palabra debe volver a ser compromiso, y el compromiso, práctica diaria.
El rural siempre lo ha hecho así. No necesitaba etiquetas porque su relación con la tierra era directa, cotidiana, sincera. En las ciudades, tenemos que recuperar esa coherencia, que las palabras vuelvan a tener raíces. Y del mismo modo, quienes se acercan al rural desde fuera, sin haberlo vivido, deben comprender primero su significado profundo, su ritmo y su esencia, antes de proponer y desarrollar proyectos para sus entornos. Solo así el respeto sustituirá a la improvisación y la conexión real superará la mirada superficial. Porque cuando las palabras —y las acciones— pierden su vínculo con la realidad, la realidad se vuelve estéril.

Renaturalización urbana: el retorno al origen y la sabiduría del rural
Cuando las ciudades hablan de “renaturalizar”, lo que están intentando, en realidad, es volver a casa. Recuperar el equilibrio con la naturaleza no es un acto de innovación, sino de humildad colectiva. Las técnicas rurales —el compostaje, la rotación de cultivos, la reutilización, la gestión del agua, el respeto a los ciclos de vida— son ahora soluciones urbanas de vanguardia. Y, sin embargo, llevan siglos practicándose en el rural, donde la sostenibilidad no es una teoría, sino una forma de vivir.
Renaturalizar no es llenar las calles de plantas, es reaprender a convivir. Es entender que los árboles no son decoración, sino compañeros silenciosos; que las hojas caídas no son suciedad, sino alimento; que la tierra no es un recurso, sino un organismo vivo. Es devolver a la ciudad la paciencia del rural y su sabiduría ancestral, para construir un futuro que respete el pasado y honre el presente. Por eso, quizás, más que renaturalizar, el verdadero reto sea naturalizar las ciudades, entendiendo lo natural no como un elemento externo que se añade, sino como la esencia que debe regir la vida urbana.
En GranRURAL creemos que el futuro es circular, y que el camino hacia la sostenibilidad no pasa por borrar la tradición, sino por actualizarla. Porque el rural no es lo que quedó atrás, es lo que sostiene todo lo demás, el punto de partida y el destino al que inevitablemente volveremos. Y cuanto antes entendamos el valor de la naturalización urbana, mejor sabremos cuidar de nosotros mismos y del lugar al que pertenecemos.
Carlos L. Ríos
GranRURAL

Evento: Espazos que volven á vida – Renaturalizar
Moderación: Margarita Fraga, Doctora en Química Ambiental y Directora técnica del Laboratorio de Biotecnología Vexetal Cultigar
Ponentes:
Pedro Calaza, Director Escola Galega de Paisaxe e Decano Colexio Oficial de Enxeñeiros Agrónomos de Galicia Covandonga Carrasco, Arquitecta cofundadora del estudio CREUeCARRASCO
Santiago Vázquez, Vicepresidente del Grupo Naturalista HÁBITAT
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